jueves, 21 de octubre de 2010

La contemplación (Marina Mangieri)


¡Mírenme, mírenme ya!
¿Cuántos colores ven? ¿Qué colores ven? Si es que llegan a ver algún color. Soy toda luces mezcladas que pueden llegar a marear y sólo se puede seguir la corriente de mi movimiento corriendo o caminando, con suerte. Y si paras me vas a ver la mancha gris. Preferible seguir.
No paro de cantarles “seamos traidores sólo por un día” y a eso podría agregar “cada día”. Quien crea que me conoce tiene que recorrer todos mis lugares, ese viaje puede ser infinito y sin retorno porque ya todo cambió o porque te maté en el camino. Ni yo me conozco, cada día hay un poco más, cada día hay un poco menos. Me duele la cabeza, tengo la panza inflada y los pies congelados. A punto de explotar todo el tiempo junto. Soy un pedazo dividido en mil pedazos con mil pedacitos más en cada uno.
Enamorarse de mí es inevitable, desenamorarse obligatorio. Soy de todos pero no soy de nadie. Soy el mejor no-lugar común que no exige siquiera respeto porque de ese intento soy el peor resultado.
Nadie me cuida, todos me escupen. Este es el encanto: mi violencia, mi miseria y mi impureza. Me pueden criticar por algo que me hicieron e igualmente yo soy la culpable; entonces no hay cura ni solución. No se puede romper con las costumbres si eso ya se hizo costumbre. Acostumbrémonos a una mancha más en el tigre que en realidad es un leopardo hasta que se convierte en pantera.
Si una pija no me basta es porque tengo la más grande en el centro, pero no se equivoquen que no me la metieron por el culo sino por el otro agujero y es por eso que no puedo parar de terminar empezando a cada momento.
¡Prostitución positiva!
No desprecio a nadie porque todos se desprecian entre sí. Vienen a conocerme y al otro día se olvidan de mí entonces siempre quieren volver. El olvido y el tiempo fugaz dicen ser la consecuencia de haberla pasado bien. Es la búsqueda del imposible: volver a sentir lo mismo aunque hayan olvidado el sentimiento mismo. Hasta me hicieron melodías sinfines de despedida en donde ni siquiera hubo un comienzo pero definitivamente hubo una historia; hay miles, millones de historias que alguien más cuenta o calla o inventa.
Mis verdaderos amantes son aquellos que se van, me miran y vuelven. La traición es la prueba de amor.
Mi nombre es un chiste; ni siquiera puedo respirar.
Lo único que quiero es que me miren, que me vean de verdad; es mi mayor deseo y lo que ustedes más quisieran es complacerme aunque nunca nos alcance…eso nos hace inseparables eternamente. Somos lo mismo.
No me dejen. Mírenme, de lejos, pero no me dejen nunca.
¿Pueden?

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