jueves, 26 de agosto de 2010

La condesa sangrienta (Adilo)



En los tiempos de Montmartre, la condesa se exaspera con los dolores pélvicos de sus concubinas. No deja que las menstruantes oculten sus vivificantes efluvios. Por el contrario se sambuye en ellos, tomando largos baños en sustancias femeninas. En la noche se sulfura mirando a las niñas que, pálidas, resbalan silenciosamente con alarido angelical y moribundo. De nada sirven reclamos, la condesa se inflama y envía a sus perros para que se encarguen de las heridas.
Ya no habrá reclamos desahuciados, la condesa, ávida, bebe sangre... Saciada pronto se derrama sobre su sofá mugriento y sueña... recomponiendo cada detalle de sus diurnas torturas.
Mientras sueña, ávidas mariposas cubren lagos de sangre...

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